MI PRIMER REPORTAJE FOTOGRÁFICO.
Corría no recuerdo qué año de mis principios en fotografía, cuando una insensata pero amable y confiada persona, requirió mis servicios para plasmar en imágenes la fiesta de cumpleaños de uno de sus hijos. Iba ha ser mi primer reportaje fotográfico.
Yo en aquel momento tan solo disponía de una Zenith-E, cámara réflex absolutamente manual, una óptica de 55 mm. y un flash también manual, un equipo rudimentario ya en aquel momento pero muy adecuado para instruirse en el arte de la fotografía. Sí, adecuado para instruirse, pero para hacer un reportaje… la cuestión es que era mi primera oportunidad de hacer un reportaje y de ningún modo podía desaprovecharla.
Con aquel equipo y la experiencia con la que contaba, tenía que enfocar la imagen, comprobar en el anillo de enfoque la distancia hasta el sujeto enfocado y ajustar el flash, que siendo manual descargaba su potencia lumínica al máximo en cada disparo, a la distancia que marcaba el telémetro. Es decir cada toma suponía una pequeña eternidad.
Llegó el día del reportaje y acudí a la hora prevista, al lugar de la celebración. Apenas entré, observé con pánico una auténtica marabunta de niños—a mí me parecieron dos—, que corrían de un lado a otro en todas direcciones, embistiendo todo lo que encontraban a su paso. Comencé a sudar. Tras un espacio de tiempo que a mí me parecieron horas, alguien acercó hasta la mesa como pudo, en un acto casi heróico, la tarta de cumpleaños del susodicho. Y ahí comenzó mi verdadero Vía Crucis.
Intenté dar comienzo a la realización de las fotografías, pero sentía en mis propias carnes como aquella amalgama de personitas, que se agolpaban junto a mí sin apenas sitio para ubicarse, empujaban mis piernas de un lado a otro haciéndo complicada mi estabilidad. Y entre tanto intentando enfocar, controlar la distancia de enfoque, etc…
Inexperto de mí, conseguí como pude una silla para subirme en ella y librame de aquel agobio. Pero claro, ahora aquel amasijo de niños eufóricos casi fuera de sí, seguían empujando la silla y yo intentaba mantener la verticalidad sobre ella, lo cual resultaba una empresa verdaderamente difícil. El espectáculo era dantesco.
Sí, prácticamente en una pista americana de la legión o quizá en un simulador de vuelo, en pleno ataque de cazas, conseguí hacer las fotografías, pero cual fué mi sorpresa, cuando al revelar el negativo, comprobe que no había salido ni una fotografía. ¿Tan solo cuestión de inexperiencia?
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Sergio Amado. La galería.